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Universidad Nacional del Oeste

Educación pública y gratuita.

Trabajo, embarazo y Platón

ENTREVISTA REALIZADA POR EL DIARIO LE MONDE DIPLOMATIQUE A JAVIER GARAT,  DOCENTE DE LA LIC. EN ENFERMERÍA DE LA UNO

Trabajo, embarazo y Platón

“No es sólo que son los primeros en sus familias en llegar a la universidad, sino que esa posibilidad ni siquiera estaba en el horizonte más lejano hasta hace tres o cuatro años.” Así sintetiza Javier Garat, docente en las universidades nacionales del Oeste (UNO) y de Moreno (UNM), la emergencia de un nuevo tipo de alumno universitario en el conurbano bonaerense. “Cuando yo estudiaba Sociología y viajaba desde Padua hasta la UBA, los roles ya estaban definidos de antemano: el que venía del Colegio Nacional Buenos Aires jugaba muy bien el partido y otros, que teníamos algún bagaje cultural y algunos libros en casa, nos podíamos acoplar y tratar de jugar. Pero no había mucho más. Acá todo está construyéndose desde cero: entrás a un aula y te encontrás a esos chicos que todos vemos por la tele y resulta que están hablando de Platón y usándolo para pensar su entorno. Es muy potente.” Garat describe, además, nuevos modos de vínculos entre los estudiantes, más genuinos que los de su época: “Acá los chicos se encuentran desde un lugar más libre, menos careta, porque no están a la defensiva”.

Egresado de la UBA, Garat trabaja en estas universidades desde sus inicios. En la UNO enseña Antropología y Salud para estudiantes de la Licenciatura en Enfermería y en la UNM da Historia del Pensamiento Social y Político para ingresantes de Trabajo Social, Comunicación y Administración de Empresas. En sus clases recibe a jóvenes de Padua, Merlo, Moreno y Morón. “Lo que uno entiende enseguida es que muchos viven realidades complejas: chicos que se levantan a las cinco de la mañana para ir a trabajar y que después vienen a estudiar. O chicas que pierden un embarazo durante el cuatrimestre. El público es mucho más heterogéneo que en las universidades tradicionales: están los que viven en un country y otros que hacen delivery de comida. Pero todos hacen un esfuerzo gigante para seguir”. Por eso, explica, el principal desafío para los docentes es combatir el abandono: “Lo que más influye en que los chicos dejen son sus problemáticas cotidianas. Pero también está todo eso que ellos viven como derrotas: si reciben una nota baja se frustran por demás y también tienen mucho temor a los finales, porque no están acostumbrados a hablar durante un rato largo de algo abstracto. Cuando evalúo, trato de poner todo eso en la balanza: me importa que sepan, pero mucho más, que sigan adelante”.

En sus viajes en colectivo a Moreno, Garat suele cruzarse con sus estudiantes y siempre hay espacio para alguna broma. “Acá la distancia se acorta muchísimo. Hay respeto, pero es otro tipo de respeto. Los chicos valoran que puedas acercarte a ellos con su propio lenguaje o que puedas hablar de cosas que a ellos les interesan y los conmuevan. El respeto sale de ahí”. Y es que parte de la propuesta de estas nuevas universidades pasa por incluir en sus aulas algunos de los problemas concretos que se dan en los barrios que las rodean. “Primero aparecen de modo rústico o inocente, después ellos mismos van afinando la reflexión. En Enfermería, por ejemplo, el tema de la otredad está muy vivo. A veces los estudiantes hacen prácticas en hospitales de Merlo, que reciben a mujeres bolivianas que paren en cuclillas y que por eso tienen salas especialmente acondicionadas para eso, con sogas. En Antropología y Salud pueden pensar por qué tiene que ser así y por qué es un problema político, cultural e identitario.”

Pero más allá de incluir los problemas locales, estas universidades parecen potenciar una característica histórica de la universidad argentina: la de dar lugar a algo más profundo y vital que una experiencia de estudios. “Hay mucha gente en estos barrios con ganas de hacer cosas nuevas. Cuando yo era adolescente eso no pasaba. Esa impronta estaba concentrada en la Capital. Pero eso está cambiando. Muy de a poco va apareciendo una nueva juventud en el conurbano que prueba cosas en los mundos del arte, de la empresa, de los pequeños emprendimientos y que encontró un lugar en la universidad. Porque antes estos pibes terminaban la secundaria y entraban a trabajar en algún local y nada más. Ahora hay otra expectativa. Y la universidad, a su vez, se alimenta de ese impulso vital que le da mucho aire.”

¿Pero cómo canalizar toda esa energía potenciada en los últimos años por la experiencia universitaria? Para Garat, dar respuesta a este interrogante excede a la educación y es el desafío que viene. “Hay que pensar cómo el mercado laboral puede absorber a todos estos nuevos profesionales. Sería un error formar gente en Moreno, con una impronta fuertemente local, y después mandarla a buscar trabajo al Centro. Enfermería, por ejemplo, fue un gran acierto, porque en el barrio hay un campo concreto que demanda gente que haga ese trabajo bien y que, además, tenga una reflexión sobre eso que hace”.

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